Un abierto y sencillo José Serey
Marín, Vicepresidente de Desarrollo Social del CSD Colo-Colo, conversó con
‘Pasión del Pueblo’ sobre sus dificultades en la vida, que lo llevaron a
trabajar desde muy joven en el levantamiento de proyectos populares para la
comunidad.
‘Canon’, como es popularmente
conocido el director del Club, también se refirió a su vida entorno a
Colo-Colo, lo que significó el Club en su crecimiento personal y sus
aspiraciones en el Directorio Nacional de la Institución.
¿De dónde nació el sobrenombre de
‘Canon’?
He asistido al estadio, de niño
porque mi familia iba mucho. Con el tiempo me integré a la Garra Blanca en los
años 90. Ahí al principio me decían ‘Conan’, porque era forzudo, tenía los
brazos grandes, y en la barra teníamos lienzos de PVC y yo era el único que con
una mano los tiraba en ese sector. Ahí un chico de Recoleta me puso el ‘Conan’
por “Conan ‘el Bárbaro’”. Y en el 96, en un partido contra Wanderers, el marido
de mi mamá, en ese entonces, tenía una cámara fotográfica ‘Canon’, y yo la
llevé al partido para tomar registro de la barra, y Carabineros me la quiso
requisar. Yo les decía que se quedaran con las pilas, pero ellos querían la
cámara. En otros tiempos los Carabineros nos había robado cosas, siendo que es
la policía, (ríe), entonces yo no la dejé, mis amigos me decían Conan, déjala y
yo les respondía que no porque era una Canon, era una Canon. Ahí Carabineros
nos comenzó a pegar y resistimos. Yo no solté la cámara y el ingreso fue
caótico debido a ese problema. Y de ahí quedé por el ‘Canon’.
¿Y cuándo ‘Canon’ comenzó a ser
‘Canito’?
Mira, la verdad es que eso
comenzó a pasar el 98. Yo pertenecía al grupo los ‘Indios de Arellano’, y los
muchachos veían algunas cosas en mí, como cualidades especiales. Yo era muy
grande, rudo, pero a la vez muy sensible y sentimental. Siempre me afectaron
cosas o situaciones que vivía gente cercana a mí, y me comprometía con ellos
para ayudarlos. Ahí ellos conocieron qué clase de persona era. Entonces, no
solo era ese cabro grande, musculoso. En ese tiempo porque ahora estoy gordito
(ríe). Soy muy sensible, de mucho corazón y ahí me comenzaron a decir ‘Canito’.
Con el tiempo me acostumbré.
Tu infancia fue dura, pero
gracias a esa infancia hoy eres lo que eres. ¿Qué rescatas de tu experiencia de
vida?
Yo rescato mis valores, mucha
gente me descoloca cuando dice que son delincuentes por la vida que vivieron.
En mi caso realmente lo viví contrariamente. Yo nunca quise tomar el camino
fácil porque la vida no fue fácil. Fue compleja, entonces en base a ese
sufrimiento y las carencias que tuve, saqué todos mis valores. Y de Colo-Colo
aprendí sobre el esfuerzo. A veces los jugadores entran a la cancha y no saben
lo que representan en la gente, yo siempre sentí en mi espíritu el que tenía el
equipo. Eso de sobreponerse a la adversidad, de querer ganar y eso lo hice
parte de mi vida.
¿Qué significa una infancia difícil?
(Suspira). Bueno, yo viví mucha
violencia intrafamiliar, mi papá en ese tiempo era alcohólico, mujeriego y
golpeaba mucho a mi mamá. Por eso ella tratando de escapar de todo ese sufrimiento,
nos fuimos a vivir a la calle. En el río Mapocho. (Silencio). No tuvimos casa y
en la adolescencia nos fuimos a vivir a un campamento, en una media agua que
llamábamos casa. Llena de carencias, no teníamos luz, agua, baño. Fue duro.
Pero había una familia.
Claro, claro. Había una familia y
rescatamos la tranquilidad entre comillas. Yo ahí prefería estar bien con mi
mamá y mis hermanos, ahí no vivíamos con el miedo de que mi papá llegara a
golpear a mi mamá o atentara contra la vida de ella. Ahí dormíamos sin un plato
de comida pero con la tranquilidad de una familia.
¿Y cuántos eran los integrantes
de tu familia?
Éramos 4 hermanos en ese tiempo.
¿Y tus papás volvieron?
Tuvieron momentos, de hecho con
la ‘Experiencia Libertadores’ el mes pasado, en el aniversario de Copa
Libertadores, tuve un recuerdo muy lindo porque en ese tiempo nos fuimos a
vivir de allegados a La Florida con una tía, y mi papá nos llegó a buscar allá
y le prometió a mi mamá que se portaría bien. Duró un par de meses y fue
coincidente con la Copa Libertadores de 1991. Mi papá le daba plata a mi mamá
para que nos llevara al estadio y fuimos a todos los partidos, excepto a la
final. Yo no soy parte de los 8 millones de colocolinos que estuvieron en el
estadio (ríe). Es una pena muy grande, más grande que las vivencias de niño
(bromea). Recuerdo que fue un día de mucho frío. Con mi mamá no nos animábamos
a nada, mis hermanos tampoco y mi papá hizo lo posible para que pudiéramos ver
el partido. Compró unas bebidas y nosotros achacados. Amargados. También llegó
con una tele a color, una tele blanca, me acuerdo y fue maravilloso ver los
colores, el pasto. Ver en colores fue maravilloso.
¿Antes no existía la tv a color
en tu vida?
Había visto en casa de algunos
compañeros, pero en mi casa no teníamos. Bueno, eso fue algo re bonito porque
la ganamos y ahí fue emocionante porque recuerdo que había mucha alegría. Mis
papás se abrazaron, nos fuimos a la Plaza Italia. Gente de la ‘U’ celebrando.
En la Alameda había un mar de gente y en esa actividad del Club, me acordé de
todo eso. Una historia muy linda dentro de las pocas que tengo en mi niñez y
adolescencia.
Hablamos de Colo-Colo 91, pero
antes de llegar a la Libertadores, tu forjaste un camino colocolino. Una
infancia dura, una adolescencia también complicada. ¿Cómo y dónde aparece
Colo-Colo en tu vida y cuándo esta insignia se vuelve tan importante para ti?
Mira. Siempre Colo-Colo estuvo
arraigado en mi familia materna. Mi abuela era trabajadora del matadero
Franklin y ella era una de las reconocidas hinchas colocolinas del sector. Era
la primera ‘María Colo-Colo’. Gente recordará que las primeras Noches Albas,
ella bailaba. Incluso, en uno de los primeros clásicos en el Monumental, ella
estuvo en la barra de la 'U'. Se equivocó y entró allí con gorrito de
Colo-Colo. Ella usaba aros de Colo-Colo y un gorro de cartón. Usaba banderas,
siempre andaba con banderas.
Mi abuela nos llevaba al
Nacional, íbamos todos en ‘patota’, mis tías, mis primas. Me acuerdo que
almorzábamos en el Nacional. En las reuniones dobles. No te puedo decir cuál
fue el primer partido de Colo-Colo que vi, porque siempre estuvo presente en mi
vida.
¿Y en Colo-Colo viste esto de
salir adelante?
Sí. (Suspira). Tú me preguntabas
cómo me comencé a relacionar con la Institución, y mi abuela, tenía unos bonos
de cooperación en la construcción del Estadio. Eso siempre me llamó la atención.
Sobre todo que era socia. Yo no podía financiarme como socio porque la plata
que tenía con mi mamá era para comer. Cuando me integré a la barra y a los
‘Indios de Arellano’, comenzamos a trabajar temas sociales dentro del Club y lo
primordial era que fuéramos socios, ahí recién despertó mi interés de ser
socio. Ahí lo tomé como una responsabilidad, en el 96 me hice socio de
Colo-Colo y me acuerdo que trabajé mucho para hacerme socio y pagar unas cuotas
adelantadas. Ahí hice socia a mi mamá también. De ahí nunca más me desligué de
lo Institucional. Siempre he estado metido en articulaciones de proyectos,
movimientos políticos antes de la quiebra, después de la quiebra, entonces
tengo como una historia en Colo-Colo siendo socio.
Hoy te toca liderar un proyecto
en la Vicepresidencia de Desarrollo Social, ligado a lo que haces en la vida,
que es sacar gente de los campamentos, construir casas dignas para las personas
que necesitan un hogar. ¿Cómo tomas esta responsabilidad y dónde te gustaría
direccionar este cargo que es muy participativo y fundamental?
Esto es una responsabilidad
tremenda. Así lo tomo. También con mucho orgullo. Digo orgullo en el ámbito de
la alegría. Es un nombramiento que es difícil llevarlo. Si bien, dimensionaba
algo de lo que era trabajar en el Club, estar acá adentro es totalmente
distinto, es algo inmenso, es complicado.
¿Por qué complicado?
Porque es algo nacional. Gracias
a Colo-Colo, tengo amigos en todas las regiones y siempre colaboraba con ellos,
hacíamos actividades sociales con ellos, pero estar en el Club es demandante.
El teléfono no deja de sonar, los correos llenos. Colo-Colo es un Club Social y
hay muchas cosas que se hacen en beneficio de la gente.
Dentro de lo visible. El CSD
Colo-Colo participa en jornadas solidarias con personas en situación de calle.
¿Cómo se trabaja ese proyecto y en qué contexto se da?
Aparte de hacer las navidades,
visitar hospitales, hogares, quisimos llevar el Club a la gente de la calle,
ahí donde están los más necesitados. Dentro de nuestro proyecto y lineamientos,
es asistir a los grupos vulnerables, hacerlos parte de la vida colocolina y
también de tener a la gente en constante relación con los valores arellanistas.
Esa es la principal intensión. En Navidad asistimos una vez al mes a hogares,
hospitales, y ahora en invierno estamos pensando en hacer más cosas para le
gente que vive en la calle. Antes de eso, preparamos a las personas en marzo
para que pudiéramos asistir a la gente en abril. Y la convocatoria y el
compromiso de los voluntarios, fue tan grande, que cierto grupo pidió seguir
trabajando en estas visitas.
Definimos una ruta constante,
trabajamos los martes, jueves y sábados en estas jornadas y sólo con la intensión
de llevar a Colo-Colo a la gente.
Creemos que las colaciones y
vestimenta son mucho más viable que otras cosas, esto nos permitió comenzar a
relacionarnos con ellos de forma integral con psicólogos, otros con asistencia
de salud, a otros los hemos ayudado a ir a hogares cuando hace mucho frío o la
muerte está cerca de ellos.
Sabemos de sus vidas, ellos de
las nuestras, compartimos y no nos importa el tiempo. Para nosotros es
fundamental poder estar con ellos y hacer una linda comunidad.
¿Cuáles son los proyectos que se
vienen en el futuro en el Área de Desarrollo Social?
De aquí al futuro tenemos
bastantes proyectos. Hubo un par que lamentablemente los tuvimos que aplazar
por la demanda en la Cámara de Comercio. Tenemos proyectos en lo educacional,
junto al trabajo de Ninoshka Piagneri, también en lo social con Victoria
Aravena. Uno de los proyectos más tentativos es uno relacionado a viviendas
como el que hablábamos al principio y bueno, queda hacer gestión. Yo siempre he
creído en la autogestión, pero a veces necesitamos ayuda de otros sectores y
debemos relacionarnos con los gobiernos comunales y regionales para llegar a un
buen puerto.
Sabemos que dejaste de estudiar
por tu familia, pero casarte trajo consigo cosas nuevas en tu desarrollo
personal y académico.
Así es. En este momento y hartos
años he trabajado en el Instituto Chileno Británico. Ahí soy junior
administrativo. De profesión soy electricista, estudié grande. Dejé de estudiar
en segundo medio porque debía trabajar. No me daba trabajar y estudiar. De niño
lo hice, pero en un tiempo me dediqué a trabajar por mis hermanos y mi mamá.
Después, con los años, obvié el estudio y viajaba a ver a Colo-Colo. En los 90
no falté a ni un partido (ríe). Y retomé los estudios cuando me casé. Ahí
encontré el amor de una persona muy maravillosa. Ella vio los valores en mí. Al
principio, yo no le conté dónde vivía.
¿Te avergonzaba?
Sí me avergonzaba mucho. En parte
no por la pobreza, sino que por las condiciones en las que se vivían. Los
alrededores de mi casa eran un peladero. Me avergonzaba la suciedad. Que no
pudiéramos conseguir una mejora en el entorno. Cuando me encontré con Giselle
en la vida, proyectamos un centro cultural en el campamento, luego un Centro de
desarrollo social y empezamos a educar a las personas. Ahí no podía intervenir
ni el Gobierno, ni el municipio, nadie. Y nosotros desarrollamos invernaderos
para los residuos orgánicos, limpiamos el río e hicimos plazas, juegos para los
niños.
¿Todo eso de la mano de Guiselle?
Si. Todo junto a ella.
¿Y ella ahora es tu señora?
Sí, es mi señora.
¿Qué tan importante es ella en tu
vida?
Ella es mi vida. Ella me ayudó a
encaminar el rumbo, yo siempre tuve aspiraciones pero me postergaba, entonces
al estar con ella, le quería dar una mejor vida también. Estudié, me casé,
trabajaba de día y estudiaba de noche. Vivía en Renca y venía hasta San Joaquín
a estudiar. Ahí conocí al Techo para Chile. Me interioricé en esos proyectos
para poder erradicar mi campamento y poder tener una casa.
En esa época me llegó la noticia
de que sería papá y me juramenté que ella no debía crecer en el campamento.
Nació ahí, pero a los cuatro años, desarrollamos el proyecto de vivienda y
pudimos tener nuestra casa propia. Nosotros trabajamos para tenerla, compramos
el terreno, postulamos a fondos, luego fui dirigente social e hice un diplomado
de Política y Sociedad en la Universidad Alberto Hurtado. Todo con la finalidad
de poner en obra para trabajar para los demás. En particular estoy agradecido
de todas mis vivencias, sobre todo que la vida me recompensó con mi papá.
¿Cómo fue eso?
Pasaron 15 años y nos hicimos
amigos. Lamentablemente falleció hace dos años, pero hace 15 que nos
reconciliamos. Me hizo falta en la niñez y adolescencia, cuando fui adulto
hicimos una linda amistad, recuperó a su familia. A mí en lo personal. Yo sabía
que lo amaba, pero no me había dado cuenta que se sanó mi corazón con ese amor.
Hasta ahora me hace falta.
Cuando era niño pensaba que no lo
iba a necesitar y no ‘po’, todo lo contrario. Dios me ha bendecido con mi
familia.
Cómo que te quebraste al hablar
de tu papá…
Si un poco. De hecho, esta
medalla era de mi papá. Él la usó toda su vida y cuando falleció tenía esta
medalla y un reloj. Fueron muy buscados estos objetos porque él trabajaba en un
consultorio. El CESFAM de Renca. Yo lo encontré a él fallecido en la casa. Fue
una casualidad que lo fuera a ver ese día. Lo encontré botado en la casa y
lamentablemente le faltó mucho oxígeno. Tuvo un paro cardiaco y agonizó un mes
en el San Juan de Dios. Esta cadena se perdió y mi hermana menor que era muy
apegada a mi papá, buscaba mucho, pero los objetos desaparecieron. Con el
tiempo, a mí me dio una crisis de angustia y me fui al consultorio, estuve un
par de horas con suero y llega una enfermera y me dice que estos objetos eran
de mi papá. Me los entregó. Me puse a llorar. Cuando llegué a la casa se las
iba a entregar a mi hermana y me dijo que eran míos. No uso el reloj, pero si
la cadena. Es la forma de estar cerca.
Con todas estas vivencias,
experiencias, desafíos y trabajo en el Club. ¿Algún mensaje a los colocolinos,
colocolinas?
Mi mensaje es que potenciemos el
Club, está abierto. Hay gente de confianza y gracias a Dios la gente se ha
comprometido con Colo-Colo. Queremos masificar mucho más y estas ideas debemos
acompañarlas con la gente. El club lo construimos todos, no solamente alentando
al equipo, sino que desde las bases, estando en el Club Social y hacer una base
potente de gente que podamos representar.